domingo, 4 de junio de 2017

Mi primera escuela



Llevo varios días mirando esta fotografía. Así era yo cuando llegué a mi primera escuela. Me gustaba sentarme en las escaleras y recuerdo que en una ocasión un compañero me dijo: apártate, nene. Entré a un aseo y me miré al espejo ¿Era demasiado joven, tenía aspecto de chico? Me gustaba llevar pantalones y la ropa no demasiado ajustada. Tampoco me gustaban los pendientes. No me preocupé demasiado. Era feliz y estaba enamorada de Jaime. Compartíamos ideales, amor y humor. No se podía pedir más.

Quería a mis niños -entonces ni se nos pasaba por la cabeza el lenguaje inclusivo-. Hoy pienso en Cati, Yolanda, Ana, Verónica... y reconozco la injusticia de negarlas cuando ya es demasiado tarde

¿Quién era yo, qué potencialidades tenía, por qué en mi imaginario no cabía más que la heteronormatividad o la opción sexual inmóvil, estanca? Hoy me respondo a ciertas preguntas y comprendo la intencionalidad de una educación y también cómo las gastaba esa educación a personas que no encajaban en el molde.

Lo más triste de todo es que seguimos prácticamente igual. Reconozco el recorrido, pero siento que apenas es nada para lo que nos queda.

Porque yo podría ser tú, amiga mía, amigo mío. Y al revés.


No som res si no som amb vosaltres
que no som si no sou amb nosaltres
    
                                    Lluis Lllach




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