Una calurosa tarde de verano en Torrevieja me hice un corte en un dedo que necesitó cinco puntos de sutura. Salí de casa a las tres y media de la tarde y regresaba a las siete menos cuarto tras pasar por cuatro lugares diferentes. En el primero, un puesto de la Cruz Roja playero, no sabían bien cómo hacerlo y con mucha amabilidad me mandaron a un Centro de Salud. Allí me dijeron que mi seguro médico no lo cubrían, me pusieron yodo y una venda y salí hacia otro centro que, para mi sorpresa, funcionaba en horas de oficina, de nueve a una y media y de lunes a viernes. Terminé en el hospital de San Jaime, en urgencias, poniendo mi granito de arena al colapso de la sanidad como nos decía hace poco el presentador de Forum, un programa de debate TeleVegaBaja.
Esto que cuento sería una anécdota si no fuese el exponente de un pastel bastante dudoso.
Un centro médico en un mes de agosto en Torrevieja que no funcione a pleno rendimiento es como esos centros educativos que cierran sus puertas a las cinco de la tarde desaprovechándose así la oportunidad de ofrecer sus instalaciones para deportes, por ejemplo, que mantengan al alumnado en condiciones óptimas de peso y salud. Pero igual lo que interesa es que enfermen de sobrepeso y colesterol para luego atenderlos en centros que tienen un horario más restringido que su propio cole, pero que dejan pasta a sus arriesgados empresarios o empresarias.
Hoy leo que la sanidad madrileña se oferta con el incentivo de que puede ser un gran negocio. La señora Aguirre cree en lo privado, en el libre mercado, en la iniciativa personal. Desde muchos lugares se nos advierte del peligro de hacer negocios con la educación y la sanidad, pero vivimos en un mundo insolidario y egoísta, carente de interés en el que la sensibilidad se manifiesta cuando nos toca muy de cerca. Mientras tanto, uno de nuestros motivos de orgullo en este país cae como gigante con pies de barro.
La especulación y el negocio no se para en peros. Ahí tenemos a China que va a resolver de un plumazo el exceso de natalidad: más de 10.000 bebés chinos contaminados con leche adulterada. Veintidós empresas implicadas en la adulteración de leche con melamina, una sustancia utilizada en la fabricación de resinas pero que les servía para engañar a los detectores de proteinas y produce cálculos renales en los bebés.
Y, casualidad de cifras, la Guardia Civil compra 10.000 uniformes a China. Porque sí, porque creemos en el libre mercado y en una economía competitiva. Y en la globalización, claro.
Negocios, negocios...
No hay comentarios:
Publicar un comentario