Con el extranjero nunca llegas a entenderte al cien por cien, o al menos tanto como querrías; es así por la propia razón de extranjería. No hay que lamentarlo. Del mismo modo que nunca se domina del todo una segunda lengua, aunque ello no sea obstáculo para aprender idiomas; y en una relación tiene el atractivo de que la otra siempre puede sorprenderte con algo nuevo, desconocido: un pensamiento, un gesto, un recuerdo de su otro país, una interpretación distinta de la realidad... Nunca serás su paisana para una extranjera como ella no será tu paisana, pero si hay una buena integración por ambas partes la extranjería puede dar muy buenos frutos. Está en el origen mismo de la diversidad, y lo diverso deviene en divertido. Y a lo divertido le es ajena la infelicidad.
Victoria Sau.
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