Me levanté, como cada mañana, a las seis. Tomé mi pastilla, miré algo en la prensa virtual, me sentía muy cansada y muy triste -esto último ya va siendo una constante- y me acosté de nuevo. Tal vez sea porque ando corrigiendo textos y siempre que dudo me viene a la cabeza David; tal vez sea porque ayer me enteré de que ha publicado Estado de excepción y ponía a caldo a La Vanguardia por los errores cometidos; o tal vez sea por una añoranza intensa de lo que he vivido hasta ahora, cómo y con quién. El asunto es que he soñado con David Gallego Barbeyto, compañero y maestro de La Escuela de Escritores.
No ha sido gran cosa, pero me he visto junto al grupo del que formaba parte, me he visto en medio de un mundo amable al que siempre había tenido la inmensa suerte de pertenecer. Y al despertar he comprendido mucho mejor y me sentía muy bien, casi feliz.
Porque lo que he vivido este último año ha sido una pesadilla en todos los aspectos. Desconocía que una situación de maltrato pudiera arrebatarte el aire que respiras, o de silencio, o de yo no sabía nada. Pero ya pasó.
Muchísima suerte, David. Te leeré en cuanto pueda. Todavía tengo el de Chiki en la pila de libros pendientes.Os quiero.
Miedo me da, pero os haré llegar el libro resultante de este precioso proyecto.
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