Una cosa es lo que sabemos y otra lo que podemos demostrar. Una cosa es el delito y otra la intencionalidad. Una cosa es el rábano y otra bien distinta son las hojas.
Que estamos en un estado corrompido desde todos sus ángulos es algo que se nota, se percibe, se sabe. El nepotismo está a la orden del día. Favores que se hacen y se cobran de todas las formas posibles, unas más burdas, otras más inteligentes, pero en este principio universal de acción-reacción el intercambio de favoritismos es un hecho. El juez Garzón investiga una trama y nadie habla de la trama sino de su encuentro con Bermejo (desafortunado, desde luego, también por la actividad. Pobres animales con tanto político suelto pegando tiros.) El caso es armar bulla, hacerse fotos, poner caras de víctimas de cacerías y llenar horas de tertulias nacionales y locales donde sorprende también la oratoria. Si no son empresarios, se hacen, no de una sino de las empresas que hagan falta, y las mujeres a firmar lo que mi marido me pone.
Pagar 65.000 euros por una moqueta y unas sillas forradas es un robo. Sin más. Existen robos directos y robos indirectos, sólo que en el segundo hay que hacer un breve recorrido mental para llegar a la conclusión de que alguien se queda con lo que no es suyo, algunas personas lo consienten y otras muchas lo saben y callan.
Y me faltaba, esta mañana, saber que Belloch dedica una de las calles de Zaragoza a monseñor Escrivá por el mérito de ser santo.
¿Quién es quién?
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