Decía Aminatou en una entrevista que para ella era más importante su dignidad que sus hijos; que sus hijos podrían vivir sin madre, pero ella no podría hacerlo sin dignidad. Me pareció tan contundente y claro que ahora me sorprendo cada día ante el ejército de comentaristas hablando del tema, de "salida razonable", de "sentido común", de "cooperación para no poner a España en una situación sin salida". También me indigna escuchar "... y a todos los asesores que la aconsejan..." como si ella no tuviese bien claro dónde está su puerto de salida.
La dignidad no tiene precio. Es Aminatou quien decide y ella es la que valora qué es antes que qué. Mientras, el resto del mundo -nuestro gobierno con él- da vueltas y contribuye al mantenimiento de una situación en la que ya intervino la ONU hace treinta años con una resolución que instaba a celebrar un referendum sobre la autodeterminación y de la que los estados implicados se desentienden. Treinta años son demasiados.
Se puede hacer más, podemos hacer más, nuestro gobierno debe hacer más.
Podéis leer aquí la crónica de los hechos.
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