En la casta religiosa no quiero entrar; sencillamente no me apetece. Pero el noviazgo-amancebamiento entre clase política y empresarial sí que me subleva y me desestabiliza. Que no nos cuenten cuentos, que si alguien paga fotos, carpas, anuncios y banquetes queda pendiente de cobro. De manera que lo primero que habría que abordar sería el control sobre la financiación de los partidos (Capítulo II, art.4c: Los partidos políticos tampoco podrán aceptar o recibir, directa o indirectamente, donaciones de empresas privadas que, mediante contrato vigente, presten servicios o realicen obras para las Administraciones Públicas, organismos públicos o empresas de capital mayoritariamente público.)
Por otra parte, y una vez financiados, estos partidos deberían dar cuenta de los valores que dicen defender. Y es la hora de los gestos. Es un escándalo de sueldos, dietas, prebendas, privilegios... Pienso en el mío, en mi partido, porque es lo que más me duele.
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