La última muerta española ha sido aquí al lado, en Jijona. Vivía con su maltratador y él ya había estado en la cárcel por malos tratos. Pero una vez fuera y, aun con una orden de alejamiento, fue a convivir con ella.
Esto aquí, a nuestro lado. Pero si cogemos un avión durante algunas horas nos encontraremos con la mujer congoleña, víctima de violaciones continuadas por ser el eslabón más débil de una sociedad marcada por el odio desde las matanzas entre hutus y tutsis. Se pelean entre ellos, pero la víctima es siempre la mujer. Y lo peor es que, tras la violación, algunas son repudiadas por sus maridos y familiares, las consideran impuras. Reconozco que desde que he leído el reportaje de Pere Rusiñol en El País, apenas si he podido concentrarme en nada. Parece ser que los Simposiums, Declaraciones, Tratados, Convenios, Campañas, Organizaciones etc. sirven de muy poco a la mujer, a la desigualdad, a la injusticia.
Debe haber otras formas.