La casa de Vicente Aleixandre agoniza. Como agoniza la Institución Libre de Enseñanza bajo el poder implacable y voraz del Capital.
Cuánta tristeza en una hoja de otoño.
He tenido el honor de compartir unas horas con la utopía subrayada por unos seres que dedican su tiempo a esos menesteres que sienten irremediablemente perdidos. Saben que nada pueden contra el cemento, que es cuestión de tiempo, pero se mueven en ese espacio que queda entre lo probable y lo perdido, y eso los distingue y los distancia de los intereses y los despachos donde se cuecen unas salsas que apestan. No sé qué herencia vamos a dejar a nuestros descendientes. Bueno, sí lo sé, es bastante visible.
Cuánta tristeza en una hoja de otoño.
El joven que leyó el discurso sobre la necesidad de mantener viva esa casa de la Poesía acabó con palabras húmedas como las paredes de la casa. El frío de fuera y el de dentro era nuestro frío.
Yo entraba en la casa de Aleixandre mientras pensaba en nuestro poeta de Orihuela con esparteñas y poemas y su cara de patata recién salida de la tierra, y oía voces y risas y futuro.
Cuánta tristeza en una hoja de otoño.
Allí estaban mujeres y hombres que luchan también por mantener viva la Institución Libre de Enseñanza. No son conscientes de lo que se llevan, pensaba, mientras escuchaba a Pilar hablar de todo el espíritu de una época, de la indiferencia o poder de los medios, de la insensibilidad de las instituciones, del desencanto también de los que ingenuamente creíamos nuestros. (Qué difícil es detectar lugares y caretas)
2 comentarios:
traspasa esa tristeza a través de tus palabras.
No podemos con tantos desprecios, con tantos olvidos, y los que más duelen son los de los nuestros.
Porque qué seremos sin raices, sin referentes que con su presencia, aún silenciada, nos hicieron armar esperanza de un futuro.
No sirve, pero vaya mi voz con la tuya y mi dolor con el tuyo.
Después de tantos años hoy tenemos motivos de regocijo.
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