A veces puede pasar una vida entera sin que se nos presente la oportunidad de decir quiénes somos. Y es triste, desde luego. No voy a decir que es una desgracia como cualquier otra, pero sí, por lo menos, que es triste; pero otras veces, la vida nos presenta con una luz diáfana y clara la oportunidad de mostrarnos. Y es entonces cuando, pienso, no valen prórrogas, ni medias palabras, ni discursos. Hay que mostrarse. Y no hacerlo pasa factura; o debería pasarla.
Un abrazo a las buenas entendedoras.
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