El Consejo de Ministros Europeo aprobará mañana la jornada laboral de 65 horas. Zapatero está en contra. Según ha declarado, nuestra legislación seguirá como hasta ahora, pero ¡ay! suena bastante eso de debemos adaptarnos a Europa, por lo que, supongo, que será cuestión de tiempo. Y echo de menos a los sindicatos, echo de menos sus voces en la huelga del transporte que se inicia esta noche y en este asunto, gravísimo, de las 65 horas. Incluso a los médicos, parece ser, se les contabilizará como descanso el tiempo que duermen durante las guardias. Es un retroceso en las conquistas laborales de más de cien años. Y me pregunto desde qué lugares, espacios o foros se ejerce la resistencia. Leo en Cadena Ser que hasta ahora medidas de este tipo tenían que negociarse con los sindicatos, pero esa condición se ha eliminado. Y supongo que es porque pueden hacerlo. Me pregunto cuántas personas estamos sindicadas, atendemos o acudimos a la llamada de nuestro sindicato. Hemos pasado de ver la necesidad de organización de las bases a sentirnos la mar de libres y sueltas. No, no estoy apuntada a nada, ¿para qué?, se dice. Pues para esto, para que ahora tengamos que tragarnos lo que disponga esa cosa tan moderna que se llama Europa y que lideran los poderosos o sus servidores (y pongo el masculino consciente del todo)
Termino con las palabras contenidas en un poster que presidía mi salón en los años 80:
Curioso remedio a la inflacción:
para que valga más el dinero de los ricos
ha de valer menos el trabajo de los pobres
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