Sabido es que el bien y el mal reside en la intención más que en la consecuencia del acto. Y yo me pregunto, en esta mañana de febrero, qué intención guía al ejecutivo episcopal a mantener a Losantos en su puesto. Me pregunto también quién nos protege de los desmanes de un locutor que cada mañana se dedica a insultar e injuriar a diestro y siniestro.
Decía Concepción Arenal que la palabra existe para decir la verdad y aliviar el sufrimiento de las personas. Encuentro más decencia en el mundo laico que en el apostólico.
Y es doloroso comprobar que detrás de casi todo, impulsando casi todo, esté el Capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario