Me llamo Chan Ry. Nací en el pueblo de Anlong Goman distrito de Koh Thom, en la provincia de Kandal. Un día una señora vino a hablar con mi madre y me llevó con ella diciéndome que tenía un trabajo para mí. Pero cuando llegamos a Phonom Penh me encerraron en una habitación. En la casa había unas diez chicas jemeres y vietnamitas. Había tres o cuatro guardianes que obligaban a las chicas a recibir clientes. Cada día tenía que acostarme con entre diez y quince clientes, incluso cuando estaba enferma. Los clientes eran camboyanos y extranjeros. Luego me volvieron a vender, pero no sé a qué precio. Me han cosido en carne viva tres veces. A veces, los clientes vienen en grupo. En el tercer burdel hay chicas más mayores, de dieciocho o diecinueve años, pero también más jóvenes, de seis a ocho años. Recibimos a quince clientes al día. Allí me quedé dos meses y luego la policía vino y se me llevó.
Cuando llegué al primer establecimiento sólo tenía siete años. Los clientes prefieren las niñas pequeñas, como yo. El cliente te ordena que te quites la ropa y si te niegas te la arrancan. Todos los clientes son malos, pero los peores son los camboyanos. Los occidentales nos obligan a realizar todo tipo de actos, difíciles de soportar, y si no obedecemos nos queman con cigarrillos.
(Somaly Mam- El silencio de la inocencia- La lucha contra la explotación sexual. C. de lectores)
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