domingo, 8 de julio de 2007

La Diosa Kumari

No sé cómo he tardado tanto en hablar de la diosa Kumari. Porque cuando estuvimos en Nepal fuimos a visitarla a su templo, en Katmandú, como una atracción exótica. Entonces me enteré bien de las condiciones de vida de estas niñas. Son elegidas al poco tiempo de nacer entre niñas de la casta Sakya -casta de reyes y guerreros- y deben reunir una serie de requisitos: haber nacido bajo la luna llena de abril; tener la piel blanca y perfecta, sin cicatrices; los ojos negros o azules; la voz suave y grave; los dientes en forma de semilla de pepino; las orejas de buda... y pasar por una difícil prueba de valentía: durante una noche permanecerá sola en el palacio con la imagen de la diosa Taleju, rodeada de las cabezas de los búfalos sacrificados especialmente para la ceremonia. Si no llora ni da muestras de tener miedo significa que la diosa se ha encarnado en ella.


Entonces, como reencarnación de la diosa que es, debe vivir en el templo hasta la pubertad y sólo saldrá una vez al año, pero en procesión, sobre una especie de trono y sin tocar el suelo, pues el suelo es impuro.

Cada día, se asoma por una ventana a las doce en punto a saludar a los turistas y recuerdo aquel momento con vergüenza y unas ganas inmensas de salir de allí.


Cuando pierden la condición de diosas con su primera menstruación son mujeres marcadas, los hombres no se atreven a acercarse a ellas y suelen desembocar en la mendicidad o prostitución.


Hoy leo en El País que la Diosa Kumari se ha ido con su padre EEUU a ver un documental sobre su vida. Este sacrilegio deberá pagarlo con su expulsión del templo. Pero yo siento el regocijo de que hasta las culturas o los valores tradicionales milenarios caen como gigantes con pies de barro aunque sea muy poco a poco. Porque un secuestro así no es más que un secuestro con el beneplácito social; como un robo sigue siendo un robo por muy consensuado que esté entre los poderosos.

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