El 30 de mayo de 2004 escribí un texto breve que titulé He vuelto a Marrakech. Y lo hice impactada por el lamentable estado del Colegio Público de Torremendo que acabada de visitar. Reproduzco una parte:
....Hoy he regresado de nuevo a Marrakech y, como hace tres años, me he colado en otra escuela. Ubicada, gran parte de ella, en lo que fueron antiguas viviendas, tiene el sabor y la solera de lo antiguo. Me recibió la directora en un despacho que comparte con la secretaria y sugiere el dormitorio escaso del abuelo. Lo imaginaba allí escuchando el parte de guerra mientras se liaba un cigarro a espaldas de su nuera. En la Sala de Profesores puede verse a una viejecita haciendo ganchillo junto a la ventana. Los aseos conservan su bañera, lo cual está bien pues si algún chico no cumple las normas de higiene ahí mismo puede darse un baño y pasar a su aula como un palmito. Un corto y estrecho pasillo en ángulo recto te lleva a lo que bien podría haber sido el comedor. Ahí se mezcla la algarabía de los chicos con el aroma del cocido reposado. No es difícil imaginar la alacena, la mesa alargada y la familia al completo mientras festeja el final de la guerra. Y la biblioteca, ay, la biblioteca. No las conté, pero alguien me dijo que eran siete las puertas que había que atravesar hasta llegar a ella. Ésta debió ser el Santa Santorum, el dormitorio de matrimonio donde, siempre a oscuras, la pareja ejercitaba el noble acto de la procreación. Reconozco que un leve temblor sacudió mi cuerpo al imaginar la vida generadora de vida en un espacio que, de haber imaginado los oficiantes el futuro que le aguardaba, hubiesen sentido la rabia del que se sabe más finito que las cosas que le rodean. Al bajar de nuevo las escaleras otra puerta nos lleva a lo que debió ser la cocina y en la que reposan las colchonetas, pelotas, redes y otros aperos de Educación Física. Y de ahí a un pequeño patio donde un espacio protegido debía albergar las conejeras. Las gallinas las imaginaba sueltas.
Me olvidaba decir que todas estas reflexiones se colaban en mí a través de las innumerables grietas que había en techos y paredes.
Me olvidaba decir que todas estas reflexiones se colaban en mí a través de las innumerables grietas que había en techos y paredes.
Cómo no asociar enseguida con los penosos sucesos acaecidos en Ohanes, donde, como nos dice Rafa León todo el entramado burocrático-político, por llamar de algún modo a la prepotencia y la estulticia, dio lugar a tan lamentable suceso.
Demos gracias a que las elecciones han agilizado la licitación del nuevo centro. Qué buena es la democracia.
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